El flúor es un mineral que ayuda a proteger nuestros dientes frente a las bacterias y que además permite su remineralización.
Pero seguro que muchos os hacéis la pregunta de: ¿Qué es el flúor?
El flúor es un gas de tonalidad amarillenta, blanca o incluso fluoresecente, está compuesto principalmente por fluorita, criolita y topacio, y en nuestro cuerpo podemos encontrarlo en huesos y dientes.
Pero no es el único lugar donde localizaremos fluoruro, ya que está presente en rocas, en el agua o en el suelo.
Cuando empleamos los compuestos del flúor en nuestra higiene bucodental, por lo general a través de pastas y enjuagues, estamos ayudando a la lucha de nuestro organismo contra las temidas caries.
Sabemos que las bacterias se van acumulando en la superficie de nuestros dientes, y cuando comemos alimentos con azúcar, estas bacterias se encargan de fermentarlos, transformándolos en ácidos que disminuyen el pH de nuestra boca.
Si el pH se reduce por debajo de 5,5, nuestro esmalte empezará a sufrir la ya mencionada desmineralización. Que en caso de continuar, puede llegar a producir grietas y roturas hasta dar lugar a la carie dental.
La saliva es nuestra arma natural frente a estos enemigos, ya que ayuda a interrumpir el ataque recubriendo los dientes y aportando calcio y fosfato.
El flúor que añadimos gracias a pastas y enjuagues se combina con el calcio y fosfato de nuestra saliva creando un nuevo tipo de defensa: la fluoroapatita, mucho más fuerte a la hora de combatir las caries.
Gracias al flúor restauramos los minerales de la superficie dental en aquellas zonas afectadas por las bacterias, además de combatir su proliferación.
De manera autónoma, el flúor no puede eliminar las caries ya existente, pero si ayuda a aumentar la capa externa de nuestro esmalte y a evitar que la caries profundice más en los dientes.
Adicionalmente, existen tratamientos en odontología que emplean flúor concentrado en enjuagues, geles o espumas que favorecen una mayor absorción por parte de nuestros dientes.